La sociedad ha cambiado mucho, pero hay cosas que siguen causando prejuicios, y los piercings son un ejemplo claro de ello.
A día de hoy, llevar un pendiente en el labio, en la nariz o en la ceja sigue siendo motivo de miradas incómodas, comentarios fuera de lugar o juicios apresurados. ¿Por qué? ¿Por qué algo tan personal como decorar tu cuerpo genera tanta polémica? Es increíble pensar que todavía se cuestione algo tan básico como el derecho a la propia imagen.
Cada persona es libre de hacer con su cuerpo lo que desee. Sin embargo, hay quienes parecen pensar que ese derecho se pierde cuando decides ponerte un piercing. «¿Por qué lo haces?», «¿No te da miedo?», «¿No es de gente poco seria?». Son preguntas que quienes tienen piercings escuchan más de lo que deberían. Y, sinceramente, son preguntas que no deberían existir. Tener un piercing no te define, no dice nada sobre tu inteligencia, tu profesionalidad ni tu carácter. Solo dice algo sobre tus gustos, tus elecciones y tu forma de expresarte. Nada más.
El peso de los prejuicios
Los prejuicios son, a menudo, fruto de la ignorancia. Mucha gente sigue asociando los piercings con rebeldía, con etapas de la juventud o con ciertas subculturas. Y aunque es cierto que en algunos momentos históricos los piercings han sido símbolos de rebelión, también lo es que, hoy en día, son simplemente una forma de adorno personal. Como llevar un anillo, un collar o un tatuaje. La diferencia es que los piercings tienen la mala suerte de ser más visibles y, por ello, son más criticados.
El problema no es el piercing, sino la mirada que los demás lanzan hacia quien lo lleva.
Cuando opinar no es necesario
Una de las cosas más molestas que experimentan quienes llevan piercings es la constante necesidad de los demás de dar su opinión. Incluso cuando nadie la ha pedido. A veces es un comentario sutil: «¿No te duele?», otras veces es una crítica directa: «Qué feo, yo no me haría eso nunca». Pero ¿por qué algunas personas creen que tienen derecho a opinar sobre el cuerpo de los demás? Nadie va por ahí diciendo «Qué horrible esa camisa» o «Qué mal te quedan esas gafas». Entonces, ¿por qué los piercings parecen estar en una categoría diferente?
La respuesta podría estar en la cultura del juicio. Vivimos en una sociedad donde opinar sobre los demás se ha vuelto casi un deporte, algo del día a día. Pero es hora de aprender a callar cuando no tenemos nada constructivo que decir. Los piercings no hacen daño a nadie. No afectan a terceros. No cambian la esencia de una persona. Entonces, ¿por qué tanto interés en criticar algo que no es tuyo?
¿Dónde NO deberías colocarte un piercing?
Los distribuidores mayoristas de piercings, Piercing&Tattoo, nos advierten que, aunque los piercings son una forma legítima de expresión personal, no todo vale. La seguridad y la salud deben ser siempre la prioridad. Hay lugares en el cuerpo que pueden ser más peligrosos para perforar, y es importante saber cuáles son antes de tomar una decisión.
- Zona genital: Los piercings en zonas genitales pueden ser muy peligrosos. No solo por la posibilidad de infecciones, sino también por el tiempo de cicatrización, que es mucho más largo y complicado. Además, el riesgo de irritación constante por el contacto con la ropa o durante actividades íntimas es alto.
- Ojos y párpados: Ponerse un piercing cerca de los ojos o en los párpados es extremadamente peligroso. Esta zona es delicada, y cualquier error podría causar daños graves, como infecciones o problemas de visión.
- Encías y dientes: Los piercings en las encías o detrás de los labios pueden causar problemas dentales. Es común que se produzcan daños en las encías, desgaste en los dientes o incluso infecciones en la boca. El riesgo de perder una pieza dental por el roce constante con el metal es real.
- Lengua o frenillo lingual: Aunque los piercings en la lengua son populares, pueden presentar complicaciones si no se cuidan bien. La lengua es un área altamente vascularizada, lo que significa que el riesgo de sangrado es alto. Además, hay terminaciones nerviosas que, si se dañan, pueden causar problemas a largo plazo.
Riesgos asociados a piercings mal colocados
Los piercings en zonas peligrosas o mal realizados pueden derivar en problemas de salud graves. Las infecciones son la complicación más común, pero hay otros riesgos que no se deben ignorar:
- Reacciones alérgicas: Algunas personas son alérgicas a ciertos metales. Usar materiales inadecuados puede causar hinchazón, picazón y dolor.
- Cicatrización problemática: Si el piercing no se cuida bien o si la zona no es la adecuada, pueden aparecer queloides (cicatrices gruesas) o infecciones difíciles de tratar.
- Interferencias médicas: Algunos piercings pueden interferir con procedimientos médicos como radiografías, resonancias magnéticas o incluso anestesias.
- Daño nervioso: Si el piercing se realiza en una zona con terminaciones nerviosas importantes, como la lengua o la ceja, existe el riesgo de dañar un nervio, lo que puede provocar entumecimiento, pérdida de sensibilidad o, incluso, dolor crónico en la zona afectada.
- Rechazo o migración del piercing: En algunos casos, el cuerpo puede tratar de expulsar el piercing como si fuera un cuerpo extraño. Esto puede hacer que el piercing se desplace, se afloje o incluso salga por completo y dejar cicatrices permanentes. La calidad del material y la ubicación juegan un papel crucial para evitar este riesgo.
La libertad de decidir sobre tu cuerpo
Volviendo a la parte más personal, lo más importante es recordar que el cuerpo es tuyo y solo tú decides sobre él. No importa lo que digan los demás. Si quieres hacerte un piercing, hazlo por ti, porque te gusta, porque te hace sentir bien, porque te representa. No lo hagas para encajar ni para destacar, hazlo porque es tu elección. Y si decides no llevar piercings, también es válido. La belleza de la individualidad radica en que todos podemos elegir lo que queremos para nosotros mismos.
Al final del día, nadie más vive en tu piel. Nadie más tiene que enfrentarse al espejo cada mañana y sentirse a gusto con lo que ve.
¿Por qué los piercings todavía incomodan?
Es difícil entender por qué, a estas alturas, los piercings siguen generando tanta incomodidad. Parece que, aunque hablamos de tolerancia y diversidad, todavía hay un límite invisible que no se permite cruzar. ¿Por qué algo tan simple como un pequeño aro o una pieza decorativa en la piel sigue siendo motivo de juicio? Quienes llevamos piercings sabemos bien lo que es recibir miradas curiosas, comentarios fuera de lugar o incluso advertencias sobre las “consecuencias” que puede tener en la vida profesional.
En el trabajo, esto se nota aún más. Aunque el talento, la dedicación y la experiencia deberían ser lo único que importe, hay empresas que siguen descartando a personas solo porque llevan un piercing. Da rabia pensar que, en pleno siglo XXI, algo tan superficial como una joya pueda influir en la percepción de la profesionalidad. ¿Acaso un pendiente en la nariz convierte a alguien en menos capaz? La respuesta es evidente: no. Pero a algunos parece importarles más cómo luces que lo que puedes aportar o lo que eres capaz de hacer como persona.
En la sociedad pasa lo mismo. Estoy segura de que alguna vez te han preguntado cosas como: “¿Por qué te haces eso? No lo necesitas”. Como si expresar quién eres a través de un piercing fuera algo que hay que justificar. Es agotador tener que dar explicaciones sobre decisiones tan personales. Parece que, para muchos, la única forma aceptable de ser uno mismo es adaptarse a lo que consideran “normal”.
Pero no es así. Los piercings no definen a nadie. No hablan de tu carácter ni de tus valores. Hablan de tu libertad. Y si algo incomoda a otros, quizás el problema no sea el piercing, sino la estrechez de miras de quien no sabe respetar la diversidad.
Deja de juzgar y empieza a respetar
Los piercings no definen a una persona. No son buenos ni malos, simplemente son. No reflejan la inteligencia, la capacidad ni los valores de quien los lleva. Son una decisión personal, una forma de expresión que no necesita justificación ni permiso. Sin embargo, aún vivimos en una sociedad donde se sigue juzgando a las personas por su apariencia, y eso cansa. ¿Por qué cuesta tanto entender que el cuerpo de cada uno es persona, y que las únicas reglas que deberían importar son las suyas?
Si alguien elige decorar su cuerpo con piercings, está ejerciendo un derecho básico: ser quien quiere ser. No está buscando la aprobación de nadie ni necesita dar explicaciones, solo vive de acuerdo con lo que le hace sentir bien.
Entonces, la próxima vez que veas a alguien con un piercing, detente un momento y pregúntate: “¿De verdad esto me afecta? ¿Cambia algo en mi vida?”. La respuesta será siempre la misma: no importa en absoluto.
Respetar no cuesta nada. Al contrario, libera. Deja de juzgar y empieza a ver a las personas más allá de lo que llevan en la piel. Porque al final, lo único que debería importar es cómo tratan a los demás, no cómo decoran su cuerpo.