Los que viven en el interior anhelan el sol, la arena y el mar. Desean que llegue la época estival para poder disfrutar de unos días en la playa y relajarse tomando el sol. Ese idílico paisaje mental, no casa mucho con la realidad: en verano las playas están abarrotadas pues todo el mundo acude a ellas. Inevitablemente, el sol hace salir a las hormigas y los humanos como ellas, salimos de nuestro hormiguero rumbo a la costa. Saturamos las playas más turísticas con nuestra presencia y, en pocos días, el deseo es volver a casa.
El estrés de preparar las vacaciones, encontrar un alojamiento asequible y bien situado, se torna tortura y, aun así, reincidimos, año tras año. Desde inmobiliarias como Romer, expertos en inmuebles ubicados en zonas de playa, aseguran que es mejor hacerse con una vivienda en playas menos concurridas que sufrir la saturación de zonas tan turísticas como Gandía o Torrevieja.
Tener un apartamento en la playa ha sido y es, para muchas familias españolas, una aspiración que esperan alcanzar. Son muchas las familias que tienen una segunda residencia en las zonas de playa más deseadas. La mayoría quieren tener su vivienda, si no la tienen en Benidorm, Salou, Nerja o Torremolinos, para poder pasar sus vacaciones de forma “gratuita”. Para muchos, esto es una excelente decisión, para otros una fatalidad. El dinero invertido o a invertir, puede estar mejor empleado en otra serie de inversiones o gastado en otro tipo de experiencias vacacionales, donde la variedad, gana la batalla. Si por un lado tenemos adeptos a un lugar que pasan año tras año veraneando en el mismo lugar, por otro, encontramos los nómadas que prefieren conocer mundo.
Si echamos unas cuentas simples, el coste medio de un apartamento en la playa son unos trescientos mil euros, según la zona, la ubicación, el tamaño, etc. El uso que se le da a esta propiedad, suele rondar los quince días al año. Los años que va a disponer de la vivienda pueden ser unos cuarenta. Lo que viene a decir que gastamos unos quinientos euros por noche. Con estas cuentas tan claras y simples, nos queda claro que sale más barato un buen hotel que comprar un piso en la playa.
Sin embargo, estas cuentas, son demasiado simples como para tenerlas en cuenta. Es posible encontrar apartamentos por menos dinero en muchas zonas, sean más o menos turísticas y el disfrute de las viviendas, suele ser mayor a quince días anuales. Además, bien sabemos que el ladrillo es una excelente inversión pues se revaloriza.
Cuánto cuesta un piso en la playa
Tener una vivienda en propiedad conlleva una serie de gastos. Cuando se trata de una segunda vivienda, como sería el caso, debemos saber que existen dos costes asociados: el que supone tener el dinero invertido en la vivienda y no en algo más rentable y los costes asociados a la vivienda que suelen superar los dos mil euros anuales (IBI, comunidad, suministros, seguro…). Probablemente haya que hacer mantenimientos periódicos, cambiar un grifo, electrodomésticos, etc. Sin olvidar los impuestos que te pedirá Hacienda al no ser la vivienda habitual.
Si contemplamos estos datos, la idea de tener un piso en la playa, no resulta tan buena. Si esos doscientos mil euros que inviertes en el apartamento, los inviertes en plazos fijos o acciones, la rentabilidad superará con creces a los gastos (siempre que la inversión sea certera y buena). Pero por otro lado, disponer de tu propia vivienda en la playa, ofrece otra serie de posibilidades vacacionales.
En este caso, no es necesario andar buscando alojamiento y comparar precios, reservar y perder el dinero si cancelas esa reserva o estar encorsetado a unas fechas concretas. Puedes llegar a tu casa en cualquier momento, sin avisar, sin reservar y sin tener que dar explicaciones. Puedes hacer uso de ella en cualquier momento, durante el tiempo que quieras y, según donde tengas tu residencia habitual y el destino de tu segunda casa, puedes estar allí en cuestión de un par de horas y aprovechar hasta los fines de semana para hacer una escapada.
Los viajeros vocacionales, piensan que es mejor viajar por diferentes lugares. Ver mundo. En realidad es una excelente alternativa y la mejor manera de conocer otras culturas, aprender y ver cosas diferentes. No obstante, también existen personas para las que viajar está sobrevalorado. No consideran que viajar sea bueno, prefieren la tranquilidad de un sitio conocido, donde hasta pueden crearse vínculos con los vecinos o residentes de la zona.
En este sentido, lo de tener una segunda vivienda en la playa es más el sueño de las familias que de las personas independientes que no gustan de echar raíces en ningún sitio.
Para las familias es más cómodo acudir con los hijos a una vivienda propia, donde tienen las mismas comodidades que en su casa habitual y pueden adaptarse perfectamente a las necesidades propias. Si vas de hoteles o casas rurales, siempre existen algunas limitaciones que en una casa propia no vas a tener. Esto implica no tener que comer en restaurantes o adaptarse a unos horarios de comida que a lo mejor no te interesan. Así como las actividades a realizar, no tienes por qué hacer excursiones si no te apetece, puedes ir a donde quieras cuando quieras y, si te cansas, te vuelves a tu vivienda habitual sin perder el dinero que has invertido en tus vacaciones.
No obstante, todo es bastante más flexible actualmente y tanto las casas rurales como los pisos vacacionales, ofrecen todas las libertades que puedes tener en tu propio hogar.
Inversión… ¿buena o mala?
A nivel financiero, los expertos dicen que no es la mejor elección. Mientras que muchos aseguran que invertir en vivienda es la mejor manera de rentabilizar tu dinero, otros, opinan justo lo contrario. Tener una casa en la playa, puede ser una de las peores inversiones que se hacen. Aunque si la utilizas de forma habitual, tampoco tiene porque ser tan mala. Hay que ser realistas y conscientes: la inversión en una vivienda se recupera con el tiempo. Por norma general, los bienes raíces como los inmuebles, tienden a subir de precio, mientras que el dinero gastado en las vacaciones que incluyen hoteles y demás, no se recupera bajo ningún pretexto.
En nuestro país, la tendencia es invertir en ladrillo, por lo que se tenemos la idea de que es la mejor elección. Plantearse invertir en otro tipo de productos financieros, es algo que a los españoles genera desconfianza, algo que no sucede con la vivienda. Si tenemos en cuenta que comprar una casa es una inversión segura y que además permite el disfrute de la misma y reducir el gasto vacacional, parece una opción excelente.
Si añadimos que, mientras no estemos ocupando la casa de la playa, podemos alquilarla y obtener algo de rentabilidad, el negocio resulta redondo. Aunque para hacer esto hay que tener en cuenta los riesgos y la regulación local.
Puesto que hablamos de adquirir una vivienda en la playa como inversión, desde esta perspectiva, posiblemente no sea la mejor de las inversiones, pese a la tradición española de hacerlo. Sin embargo, no es de las peores inversiones que se pueden hacer. Pero teniendo en cuenta que se trata de adquirir una vivienda con fines vacacionales y no como inversión al uso, hay que calibrar mucho la operación. Una cosa es invertir en inmuebles para obtener rentabilidad con su alquiler o venta y, otra invertir en ellos para disfrute propio.
Las familias medias en nuestro país, apenas pueden con la hipoteca como para andar invirtiendo en segundas residencias. Ante esta perspectiva y dado que, cada vez es más frecuente vivir al día, lo mejor es disfrutar de unas vacaciones diferentes en cada ocasión y cambiar de destino o buscar la mejor oferta posible. Aquellos que dispongan de una buena economía, pueden permitirse invertir en una segunda residencia en su playa favorita o una zona cercana y amortizarla a su manera.
Los expertos en materia de inversión, en su mayoría, no están a favor de este tipo de inversiones para lograr la independencia económica. Consideran que existen inversiones que ofrecen mucha mayor rentabilidad antes de adquirir segundas residencias. Estas inversiones no son especialmente rentables, aunque sepamos de sobra que se revalorizan, pues hay que pagarlas y eso hace que durante años, la propiedad no sea nuestra. Si tenemos el dinero para comprar una vivienda en la playa (o la montaña que también es una opción), perfecto. Como segunda residencia es una buena inversión con riesgo prácticamente nulo, pero en caso contrario, tal vez sea mejor plantearse otro tipo de inversiones a medio plazo.
Tener una casa en la playa, aunque sea el sueño de muchos, puede no ser tan buena idea, dada la situación económica actual de la mayoría de los españoles. Además que la oferta vacacional es cada vez mayor y más asequible si buscas alojamientos rurales que, aunque no estén en la misma playa, pueden estar muy cerca y ofrecer muchas posibilidades. A parte de la libertad de movimiento que permite no tener una vivienda en esa playa que tanto te gusta, pues quien sabe, si visitarás otra que te guste más y ya no quieras volver a tu casa en la playa.